UNA FIESTA LOCA TRÁJICA

Leí recientemente en el muy recomendable "Las Armas y las letras" de Andrés Trapiello (Ed. Destino) que en los caóticos primeros momentos de la guerra civil española el poeta Juan Ramón Jiménez, alarmado ante la mezcla de banderas, delaciones, exaltación, desfiles, fusilamientos, arengas... decía el de Moguer que en España se estaba viviendo una fiesta loca trájica (con jota por supuesto)
No se me va de la cabeza esta expresión en estos días que vivimos donde del aplauso vecinal pasamos a los policías de balcón. Mañana se estrena en la televisón pública una serie en clave de comedia sobre las vivencias de la cuarentena. Ayer en el twiter comenté que me parecía muy inoportuno y me insinuaron que tal vez era un fascista por criticar al gobierno(¿?). Aquí no hay zahorí que valga que lo entienda.
A los muertos se les llama héroes tal vez para no llamarlos muertos, y también son héroes los policías que hacen su trabajo, los conductores de autobús, los agricultores... no ganamos para héroes ni heroínas.
Y hay que aplaudir porque es una manera de apoyarnos todos en este follón sin referencias, y reirnos claro. Y cantar. Quien canta su mal espanta...
Y por la calle del medio van desfilando los militares su lenguaje sobre la moral de guerra mientras que los batallones de sanitarios aplauden a los enfermos y familiares. 
Lo están viendo ¿verdad? Ya se ha iniciado esta carrera entre las redes naturales de apoyo comunitaria y el autoritarismo como medio de controlar el descontrol. Viva el mando único.
Una fiesta loca trájica...
Y entre todos, como la niebla, está la quietud. La infravalorada quietud.

Otro análisis es la reacción del personal ante el confinamiento: ese temor a la propia familia, al tiempo libre… y que es todo un horror vacui que no deja de sorprenderme. ¿qué hacía la gente antes? ¿Evitarse? Si leemos o vemos entre líneas para este asunto de la convivencia las recomendaciones que se dan son prácticamente recomendaciones sanitarias. Lenguaje sanitario para los males de la convivencia, lenguaje militar para los males de a organización.
Menuda siembra estamos haciendo.
Y repito. Luego está la quietud,  la inquietante quietud.
No hay nada que movilice más al ser humano como quedarse quieto por el motivo que sea.
Mucha gente de hecho no quiere pararse porque “si no, le doy vueltas a la cabeza” cuya traducción es “le doy vueltas a la cabeza y puedo a llegar a pensar y concluir que esta vida que llevo no me gusta y he de tomar decisiones muy comprometidas”.
No me extraña que la alerta sanitaria incluya la lucha contra el aburrimiento en las casas. Normal, la revolución que se está cuajando ahí es de tamaño incalculable. No vamos a dar abasto los que nos dedicamos a esto de la salud mental. Que en definitiva somos todos.
El futuro, no dan para más las varillas de este zahorí, es de los militares y de los cómicos.
Y por supuesto de la pléyade de educadores ambientales que no olvidan, que ahí siguen rumiando su verde discurso, por la cuenta que nos trae a todos. Es su momento, su gran momento de las evidencias, de cómo podemos darle la vuelta al calcetín a base de un movimiento de quietud mundial. Pero estos tampoco son héroes.
El héroe es el ciervo que pasea y salta sin nosotros por una playa de Huelva. Aplausos.


Comentarios

  1. Hummm, recuerdo que cuando vi la estampa del ciervo en la playa pensé: ¿nadie repara en que hay alguien que lo está grabando, que ni siquiera la cámara está fija?

    Aunque internamente lo piense, no te voy a llamar héroe por si te molesta, pero sí te agradezco el valor de pensar y mirar a la realidad cara a cara, lo cual, aunque alguien haya que crea que es una obviedad y lo más natural del mundo, es mucho más difícil e inhabitual de lo que parece. Tampoco entraré en el debate entre "sembrar" y "extraer" (educare vs educere), pero sí dejaré una reflexión en este estupendo espacio tuyo si me lo permites: en contra de la creencia universal, lo que ha convertido al ser humano en cúspide (siempre discutible) de la evolución, no es su intelijencia (permíteme la jota), sino su curiosidad y su inquietud insaciables e indomables.

    Imajínate (ésta es la última) que alguien con ese inmenso potencial entre sus manos gozase del tiempo y el espacio suficientes para desarrollarlo. Pues por eso mismo no se consiente: produce tanto miedo que se encargan de que nos falten horas en el día para emplear nuestra vida en jilipolleces (ésta es extra, antes te mentí).

    Un abrazo muy fuerte, rey, y gracias de nuevo.

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    1. Hola querido. No había caído en que alguien grababa al ciervo. Pero tal y cómo está avanzando la fauna estos días yo creo que lo grabó una ardilla. No me extrañaría.
      Coincido contigo en lo de la inteligencia frente a la curiosidad. Curiosear nunca ha tenido buena prensa cuando se va en serio. Me ha gustado mucho tu distinción entre sembrar y extraer. Claro, es más correcto. Ahora no podemos hacer un borrón y cuenta nueva como si la historia no fuera un capítulo tras otro. Siempre tan acertado, amigo.
      ¿Héroes? los hay, claro pero yo me pregunto el porqué de esta sed de héroes.
      Yo conocí uno. Uno que después de cargar sacos de cemento se gastó su primer jornal en comprarse medio catálogo de Alianza Editorial. De esos ya hay pocos. Abrazos.

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  2. Hace unos días, de este confinamiento prorrogable, mi hija se preguntaba en un wasap si habían caido en la cuenta de que teníamos mucho tiempo para pensar, “la inquientate quietud”… Creo que sí, que lo saben. También saben que estamos muy ocupados con nuestro miedo que nos convierte en guardianes y policías de nosotros mismos. Salimos al balcón a vigilarnos, observamos quién aplaude y quién no, si pasean al perro más de lo debido, cuántas veces sale a comprar el vecino... Guardamos un registro inconsciente que se quedará en nuestro disco duro (he leído que en tiempos de Franco había un jefe de escalera, ¡cuidado!)
    En estas crisis somos capaces de grandes actos de solidaridad y de mezquindad. Hacemos la compra a un viejo (no sé por qué la palabra “viejo” ha de ser peyorativa”) y, a la vez, una persona autista debe llevar un distintivo azul para que no la insulten cuando pasea. O se mira con desconfianza y envidia malsana hacia los que pasean el perro, a la vez que otros dan de comer a los gatos callejeros a pesar de ser insultados. Es más fácil enfrentarse al otro que a uno mismo o, por lo menos, conlleva más esfuerzo, duele.
    Cuando regularmente salgo a aplaudir sinceramente, a nuestros sanitarios, no puedo dejar de pensar en esas otras miserias, lo que me impide bailar y cantar como hacen otros. No creo en la bondad innata, creo en los contratos sociales. Si somos capaces de acordar un bien colectivo, de crear normas que nos beneficien a todos, es gracias a que queremos evitar un daño colectivo. En una escala el mal mayor es la muerte, a la que ahora nos enfrentamos. Ante la parca somos capaces de grandes cosas.
    Si albergo alguna esperanza, para después de esta pandemia, se basa en la idea de que hayamos llegado al convencimiento de que lo que nos acecha a todos es importante. Léase cambio climático, crisis sanitarias, hambrunas…
    Un abrazo Juan Carlos. Ojalá no fuera virtual.
    Artemio

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    1. Querido Artemio. Qué ilusión leerte por aquí. Coincido con tu sentencia: "No creo en la bondad innata, creo en los contratos sociales". De esto se ha tratado y va a seguir tratando, de procurar cada uno en su campo de acción de aportar su dosis de equilibrio en estas tensiones maniqueas que nos acechan constantemente.
      No sabia eso del "jefe de escalera". Me parece terrorífico y me ha dado mucho que pensar. Este blog es para eso, para pensar o provocar el pensamiento.
      Un abrazo grande amigo. Gracias.

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